Los precios suben y el billete vuela
Buenas, buenas, estimados lectores y lectoras de Mundo Lira. Espero que se encuentren muy bien.
En la entrada de hoy hablaré de manera breve sobre la economía del hogar y los precios actuales de la canasta básica en el mercado. Temas que, como ahora soy la “administradora” del hogar —al no tener un trabajo fijo y estar encerrada en casa escribiendo, editando, generando ideas—, son de interés cotidiano.
Esas tareas incluyen: cocinar, limpiar, ir al mercado a hacer las compras diarias, estar atenta para hacer recados o acompañar a mi viejo al trabajo, soportar los insultos, aguantar indiferencia, falta de cariño y gritos, cuidar que nada falte, entre otras cosas (que no hago muy bien, pero igual cumplo; caso contrario, sentiré que no hice nada). De todo esto debo hacerme cargo obligatoriamente ante la enfermedad y recuperación de mi madre.
Estuve leyendo en los diarios web, escuchando comentarios de los vendedores, doñitas del mercado, de mi madre, de las conversaciones casuales con Chaddetheo… También he hecho reflexiones sobre mis propias experiencias, y todos estos factores llegan a la conclusión de que los precios de la canasta básica familiar (que oscilan alrededor de los 700 - 800 dólares, según el INEC) no cubren ni la mitad del presupuesto del salario mínimo fijo que puede ganar una persona con empleo remunerado y estable, con una unidad doméstica de cuatro personas.
Terrible la cosa. Y, dado el caso de una persona con trabajo informal que depende de ingresos variables —con temporadas bajas y altas, sumado a los oleajes de extorsión de esas ratas miserables con motos ruidosas—, la cuestión pinta peor.
En ambos casos hay que hacer maravillas para que el dinero alcance para todo o priorizar lo “esencial”, al menos para el día.
¿Y qué quiero decir con lo “esencial”? Todo lo que incluye arroz, aceite, sal, azúcar, proteína (carne, pollo, chuleta), papas, zanahorias, limón, cebolla, tomate y pimiento.
Con esos ingredientes infaltables en tu nevera o alacena, tienes para cocinar muchas recetas. Sin embargo, existe el problema de que el ser humano es bastante exigente y comer lo mismo todos los días le resulta fatigante. Entonces, se tiene que recurrir a la variación de alimentos y recetas para cada día. De ahí viene la pensadera de: ¿Qué hacemos hoy de comer? Esa pregunta, acompañada del clásico: “No sé, ahí ve tú”, está para jalarse de los pocos pelos que tienes en la cabeza.
Pero esperen, no es solo una comida que se debe preparar, un solo menú que se puede repetir a diario o calentar lo sobrante para la cena.
Mis corazones, son tres comidas diarias, con o sin lonche de media mañana o tarde, contando con que la base de todo almuerzo consiste en sopa, segundo, bebida a tu elección y postre.
Y agárrate, porque depende de tu presupuesto fijado para el día o la semana, puedes permitirte el lujo de hacer ambas con menús sencillos, elaborados (ej: sopa de queso y un estofado de carne), o un solo menú pero compuesto (ej: yapingacho o un moro de lenteja con pollo frito y su salsa criolla).
Aquí va un ejemplo propio. Siempre llevo un billete de 10-20 dólares y una lista hecha a mano que detalla los artículos y alimentos que se necesitan comprar (incluidas frutas y artículos de baño como jabón de tocador, pasta dental, lavavajillas).
Como soy conocida en el mercado desde que vine a este mundo cruel, ya tengo a mis vendedores de confianza que me atienden, saben mis marcas de productos y hasta me hacen pequeños descuentos o dan yapita. Pero, aun así, la plata se va volando como pájaro en mano; incluso hay veces que quedo debiendo al vendedor.
Sí, sé lo que se gasta con los productos y gastos necesarios (hay veces que sale un producto extra o se agrega uno para tener reservas en la cena), pero aun así sufro cuando el billete se reduce a algunas monedas de un dólar, de cincuenta, de veinticinco centavos, e incluso de cinco.
Menos mal que mi viejo padre no me pregunta cuánto exactamente gasto, o si no, estoy fregadeishon.
(Mentí. Sí pregunta. Y hace poco salió enojado y me insultó porque me negué a comprar más aceite, diciéndole que ya tenemos suficiente —tenemos dos botellas enteras y una casi a la mitad— y que debemos guardarlo para otras prioridades como medicina, comprar el gas de repuesto o algún gasto inesperado que se presente. Bueno, sí es necesario… pero no ahora. ¿Está mal tener sentido común?)
En fin. Los precios de la papa, el arroz, la carne y del cafecito de sobre suben, la plata no.
Hacer una sola comida para el almuerzo y la cena es una opción más económica y viable, pero la family con gustos refinados se puede hartar rápido y dar quejas a la santa patrona de que la administración hace pollo colgado todos los días.
Uff, la que me toca lidiar en mi día a día. Conmigo la plata se va volando y lo único que me queda decir es…
¡HAGO LO MEJOR QUE PUEDO! ¡NO ES MI CULPA QUE LO NECESARIO SALGA CARO!
No sabré a profundidad sobre economía ni administración —y eso que escribí una novela sobre comerciantes ambientada en un mundo mágico alterno a nuestra realidad…—, cosas de la vida que una aprende por las malas.
Aclaro que esto no es un discurso ni una crítica acerca de la economía (pinche gobierno de cartón puto), solo es mi punto de vista como actual ama de casa novata que juega el rol de una bruja escritora inventada, que ocasionalmente recibe trabajo de lo que estudió.
Espero que les haya gustado leer el tema de hoy. Si tienen comentarios o sugerencias, no duden en hacerlo.
¡Nos vemos en la próxima entrada!
¡Besos!
Lira
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